Realmente era un partido para el olvido. Tanto de Riquelme como de Boca, que no podía superar a Arsenal en el Viaducto, y que con la victoria de San Lorenzo sobre Gimnasia de Jujuy perdía la punta. Era la decimocuarta programación y sólo cinco fechas restaban para el cierre del Apertura 2008, que finalmente se definiría en un inédito triangular en el que Boca, San Lorenzo y el sorprendente Tigre se jugaron la corona, que posteriormente se adjudicaría el conjunto Xeneize después de tres finales no apta para cardíacos.
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El elenco por entonces dirigido por Carlos Ischia necesitaba imperiosamente la victoria ante los de Sarandí, pero a esa altura el éxito parecía no llegar jamás. Porque transcurrían 45 minutos del segundo tiempo, y porque las seguras manos de Cristian Campestrini hacían suponer que no había forma de batirlo. Boca más que nada con el ingreso de Nicolás Gaitán a los 25 del complemento supo complicar a la siempre férrea defensa de Arsenal, pero igualmente no había caso. Y para colmo de males, Juan Roman no estaba teniendo un buen partido, debido a que se mostraba impreciso con la pelota y aislado en el juego.
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El elenco por entonces dirigido por Carlos Ischia necesitaba imperiosamente la victoria ante los de Sarandí, pero a esa altura el éxito parecía no llegar jamás. Porque transcurrían 45 minutos del segundo tiempo, y porque las seguras manos de Cristian Campestrini hacían suponer que no había forma de batirlo. Boca más que nada con el ingreso de Nicolás Gaitán a los 25 del complemento supo complicar a la siempre férrea defensa de Arsenal, pero igualmente no había caso. Y para colmo de males, Juan Roman no estaba teniendo un buen partido, debido a que se mostraba impreciso con la pelota y aislado en el juego.
Pero los ídolos siempre aparecen. Boca lo necesitaba y Riquelme siempre dice presente en las paradas difíciles. Por más que en algún encuentro el "10" parezca ausente, constantemente hay que estar atentos. Porque en un abrir y cerrar de ojos el genio de Riquelme frota la lampara y te hace ganar un partido chivo, de esos que luego posibilitan ganar campeonatos. En ese momento del torneo, los tres puntos realmente valían oro para Boca.
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El encuentro se moría en un deslucido empate sin goles, hasta que Leandro Gracián recibió una falta cerca del área mayor. Tiro libre para la visita. Allí Riquelme tomó la pelota y se hizo cargo de la situación. Quedaba muy poco tiempo y había que aprovechar al máximo esa posibilidad, debido a que seguramente no iba a haber otra. Y fue Román nomas. El conductor de Boca se disfrazó por diez segundos de Pablo Picasso y realizó una auténtica obra de arte. Sutil pincelazo a la red. Riquelme con su derecha prodigiosa acarició el balón, que se metió como un puñal casi en el ángulo del primer palo, imposible para Campestrini que tuvo que ir a buscarla adentro. Boca ganó 1-0 y comenzaba a encaminarse hacia el título. Un campeonato que en un principio parecía imposible de concretarse pero que luego se dio. Porque con Riquelme todo es posible.
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El encuentro se moría en un deslucido empate sin goles, hasta que Leandro Gracián recibió una falta cerca del área mayor. Tiro libre para la visita. Allí Riquelme tomó la pelota y se hizo cargo de la situación. Quedaba muy poco tiempo y había que aprovechar al máximo esa posibilidad, debido a que seguramente no iba a haber otra. Y fue Román nomas. El conductor de Boca se disfrazó por diez segundos de Pablo Picasso y realizó una auténtica obra de arte. Sutil pincelazo a la red. Riquelme con su derecha prodigiosa acarició el balón, que se metió como un puñal casi en el ángulo del primer palo, imposible para Campestrini que tuvo que ir a buscarla adentro. Boca ganó 1-0 y comenzaba a encaminarse hacia el título. Un campeonato que en un principio parecía imposible de concretarse pero que luego se dio. Porque con Riquelme todo es posible.